En busca de objetivos asequibles.

Los continuos fracasos nos convierten en seres pasivos, llenos de inseguridades y miedos. A esto en muchas ocasiones, se suma la desgana. Esta desgana es producto de la indefensión aprendida: "Si después de haber intentado algo muchas veces, no lo he conseguido, para qué voy a seguir intentándolo". No nos merece la pena el esfuerzo cuando los resultados son nulos.

Desistir de los objetivos.


A veces, a quién recomienda seguir intentándolo hasta que lo consigamos. Con el desgaste que produce seguir chocándonos con la misma barrera una vez y otro. Con la moral por los suelos, ya ni nos quedan fuerzas para seguir levantándonos.
¿Por qué no desistir simplemente? No rendirnos, si no desistir. Decidir que no se quiere continuar con el objetivo o con la situación. Saber parar a tiempo, puede ser una victoria. Malgastar recursos inútilmente en algo, una derrota. En nuestra cultura, dejar las cosas a medias, es un defecto. En el mundo racional, es una virtud saber cambiar a objetivos más idóneos o asequibles.


Sacar partido a la desgana.


La desgana, nos puede ayudar a decidir que ya no queremos algo, a tomar la decisión firmemente. Lo dice claramente la palabra: sin-gana. Y si no hay ganas, ni siquiera el conseguir por lo que estábamos luchando nos va a satisfacer. Quizás, debamos escuchar atentamente lo que desde nuestro interior quiere fluir, el deseo de otro objetivo, por el que seguramente volveremos a tener ganas.

Nuevos objetivos, nuevas metas y más cerca del éxito.


La elección de otros objetivos, nos van a proporcionar esa renovación que necesitamos. La motivación, la ilusión de volver a luchar, de volver a empezar. Si el objetivo es adecuado, asequible y nuestra motivación por conseguirlo fuerte, estaremos más cerca del éxito.

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